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Iguazú





























Tengo más de 24 horas sin dormir, he tomado cinco vuelos en los últimos dos días y vamos rumbo a Perú -a Cusco- para después ir a Machu Picchu, el último destino de este viaje de un mes por Brasil, Argentina y ahora Perú ¡creo que es la emoción la que no me deja dormir... también todo el trabajo pendiente que tengo! y el pobre de mi novio que viene a un lado con una gripa de espanto. 

Ayer, estuvimos en Las Cataratas de Iguazú (o Iguaçu), tuve el privilegio de visitarlas de ambos lados, tanto de el lado Argentino como del lado Brasileño: tomé fotos, muchas 
 -muchísimas- algunas las comparto con ustedes, otras más las guardo para mí, como un recuerdo de este día tan especial. 

Sinceramente lo que les diga, les cuente y/o describa se queda corto comparado con lo que sientes al visitar un lugar tan imponente como este: no hay palabras -literal- para contarlo, hay que vivirlo. Ni google, ni las fotos y videos que vean le harán justicia a la magia de Iguazú.

Después de caminar como locos todo el día, de visitar los diferentes senderos, de encontrarnos a los animales que viven ahí, de tomar el recorrido en helicóptero para sobre volar los 275 saltos de agua y apreciar boquiabiertos por minutos lo grande y maravillosas que son estas cataratas, fuimos a la parte final del recorrido: mirar la puesta del sol del lado Brasileño, en donde por un sendero te puedes acercar lo más posible a la famosa ‘Garganta Del Diablo’. Voy a ser muy sincera y les diré que al principio yo no iba a entrar: una, me choca mojarme, dos le tengo mucho respeto al agua -no me da miedo- solo le tengo respeto, y aunque es muy seguro pasar por ahí (miles de personas lo hacen a diario) a mi me da algo, siento que me lleva la corriente y en este caso -por ejemplo- solo la caída desde La Garganta del Diablo es de 80 metros ¡si da un poquito de miedo! Total, mi novio me convenció de 'entrar' y ahí voy (lo que hace uno por amor): caminas por un sendero pequeño y resbaladizo, te empapas por la fuerza del agua y el viento, todos los turistas caminamos rapidito, algunos gritan, se ríen y se abrazan, se toman fotos en el trayecto (yo grité... está fría el agua, también reí) total, llegamos al final y nos detuvimos: ahí me tienen ensopada, en medio de la nada ( bueno no de la nada,  pero vamos, vivo en la Ciudad de México, para mí, esto es lo más cercano a 'la nada'), por un minuto me olvidé de que estaba empapada, y me emocioné mucho, tanto que me dieron ganas de llorar, pero no lloré, me aguanté... ya había mucha agua en el ambiente ¡fue increíble! sientes la fuerza del agua e inexplicablemente tu mente se pone en blanco, no lo puedes creer -no existe nada más- te sientes tan pequeña pero al mismo tiempo tan plena y feliz, un sentimiento inigualable: del asombro, llega la emoción, la fuerza y te inundas -literal- de alegría, un buen combo. Sergio, mi novio, me dijo: ¡ya vámonos! estamos empapados, le contesté: ‘dos minutos más, solo dos más’ 

Con cariño, 

Gina
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1 comentario:

[name=Gina Ortega] [img=https://4.bp.blogspot.com/-v6WaR2TQ-jE/V2G_NPOg7DI/AAAAAAACQvM/AT2CZ52FuH8jdeNp1dA20ddtizdwFIO-wCK4B/s113/F2cuadrado.jpg] [description=Fashion junkie, shoe addict, art lover. Fashion Stylist & Founder of High On Fashion®]

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